viernes, 27 de mayo de 2011

Mea culpa, mea massima culpa.

Cuando eres niño (si, yo también lo fui), muy pocas veces te pones a pensar en el daño que tus acciones pueden hacer a los demás. A mi casi nunca me dijeron que no debía hablar mal de las personas, sin importar el motivo (aspecto físico, carácter, vestimenta, etc, etc, etc.), simplemente se limitaban a decirme " si vas a hablar de la gente, nada mas no la señales con la mano", y esto me dio motivos para hablar y criticar a mas de uno de mis compañeros, especialmente en secundaria. Había entonces un par de compañeros que, viéndolo ahora desde otra perspectiva, tenían algún grado de daño neurológico, especialmente en el habla y el cognitivo, por lo cual eran blanco de la burla y discriminación de muchos, incluido yo...

Ahora que sé lo que es estar en sus zapatos, que miro a veces como mi hija es objeto de burlas y discriminación (cosa que ya no nos afecta ni a mi ni a ella), sé que hice mal, y que aunque ya no he vuelto a saber de ellos, desde aquí, les ofrezco una sincera disculpa y un gran reconocimiento.
Mauro, Daniel, lo siento.

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