Seamos sinceros: ¿a quien de
nosotros, padres y madres, nos agrada la idea de ver sufrir a nuestros hijos? A
ninguno obviamente, y por eso hacemos hasta lo imposible con tal de verlos
felices y protegidos. Sin embargo al hacerlo, solemos cometer errores apenas
perceptibles que ocasionan que nuestros hijos se conviertan en seres egoístas, exigentes
y autoritarios, cuya voluntad debe cumplirse de inmediato o atenernos a las
consecuencias.
Conozco muchos y muy
variados casos, pero me limitare a hablar de mi experiencia personal.
Nací y crecí en un ambiente
familiar muy protector, por lo cual consideré normal y hasta deseable esa
situación. Al enterarnos de la discapacidad de mi hija, mi esposa y yo
enfocamos todo nuestro esfuerzo en llenarla de cariño, atenciones y protegerla
de todo y de todos: que no se moje porque puede enfermarse, que no coma nada
frío por la misma situación, que no juegue con tierra, con lodo, con las
mascotas, etc, etc,etc. Envueltos en esa dinámica, comenzamos a complacer a la
niña casi cualquier capricho que tenia, ya que de no hacerlo comenzaba a llorar
(tenía un año y meses de edad). De esa forma la niña (a quien por cierto
llamábamos reina y/o princesa) se dio cuenta de que podía obtener lo que
quisiera por medio del berrinche, situación que creció a tal grado que, cuando
inicio con sus terapias de lenguaje y ocupacional, era casi imposible trabajar
con ella, por lo que la terapista nos indico que primero deberíamos solucionar
esa situación.
No fue nada fácil, pero tuvimos
que aprender a decirle “no”, ante lo cual ella incrementaba la intensidad de
sus rabietas y llanto, pero poco a poco se dio cuenta de que ya no podía
utilizar esas acciones para lograr sus fines.
Hoy la situación es otra, aunque
sufrimos mucho para lograrlo, todo por no haber sabido o querido decir “NO” a
tiempo.
Saludos
No hay comentarios:
Publicar un comentario